La tierra genera vida en La Rioja

AutorPedro Madera

El fruto del trabajo no tiene estación

La tierra genera vida en La Rioja

La tierra es el gran patrimonio de La Rioja. Esa tierra alimenta su espíritu . Literalmente, ya que provee a sus habitantes con numerosos frutos de la tierra.

Cada huerta o cada invernadero son un trozo de la casa. Los abuelos los planifican, los niños ayudan, y todos opinan sobre los resultados de la última temporada. Ese valor es el alma de un territorio. En los pueblos de La Rioja se tienen los pies en la tierra.

No hay índice económico que cuantifique el valor de algunos productos. La tierra que rodea a los pueblos riojanos también da trabajo a los agricultores que todavía sobreviven en sus entornos rurales. Por no mencionar que llama a los turistas, cada vez más nutridos y abundantes, atraídos por los preciosos paisajes montañosos que se recortan en el horizonte de sus valles y montañas. Buscan el fruto, pero cada vez son más los que exploran en el espíritu de esas tierras.

La orografía marca las líneas, pero los pueblos perfilan el hábitat. La vida cotidiana está definida por el río Ebro, con todas las tradiciones y notable personalidad de La Rioja parecen filtrarse a través de los poros de su piel, de la tierra que alimenta los viñedos de sus excelentes vinos con Denominación de Origen.

Por suerte, el ámbito rural de la región no ha cedido al empuje urbano: estamos en una Comunidad Autónoma donde todavía podemos compaginar campo y bosque con todos los estupendos servicios de una gran ciudad o, al menos, una localidad bien dotada. El turismo rural es su gran reclamo. Asociaciones como ASCARIOJA cuidan de esos valores.

La historia y el pasado miran a las tierras más profundas. Se trata de una tierra tan rica que alberga los tesoros paleontológicos más importantes y destacados del mundo: yacimientos de icnitas o huellas de dinosaurio, perfectamente conservadas, añaden un plus adicional al valor cultural e historiográfico. Pueblos como Enciso, Navalsaz o Cornago son referente para los que disfrutan con estas figuras de nuestro pasado.

Esa misma tierra se guarda en sus construcciones más humildes. Muchas costumbres se pueden vislumbrar en la actualidad: ojo, por ejemplo, a sus célebres guardaviñas, chozas rurales de piedra con forma circular y coronadas con una falsa cúpula utilizadas por pastores y agricultores para refugiarse de las inclemencias el tiempo. Es la versión de los chozos castellanos, tan austeros como minimalistas. Formas icónicas de un pasado muy reciente. Haro, San Vicente o San Asensio cuidan estas construcciones como joyas de un patrimonio. Son el orgullo de cada bodega.

Cuando se visitan estas tierras por primera vez se siente la capacidad de integración que tienen los riojanos. La Rioja recoge tradiciones, maneras y estampas de Cantabria y el Sistema Ibérico. Navarra, Aragón y Castilla y León son regiones limítrofes. Y todos aportan algo. Esa variedad lo convierten en un reclamo perfecto.

En conjunto, es un puente con el norte de la península y tanto su clima como su vegetación nos hablan de ello. Un poco montañosa y escarpada, pero suavizada por un cierto carácter mediterráneo, es por ello notablemente calurosa en verano.

También es un lugar que ha sabido ponerse al día en tecnología y comunicación, por lo que podremos disfrutar de la tranquilidad de un lugar apartado sin tampoco tener que aislarnos de una manera radical. Las montañas de Ezcaray, Mansilla o Valbuena demuestran su poder cuando la nieve rodea los campos cercanos al pueblo.

Todo ello se sustenta en una gloriosa tradición gastronómica y vinícola. Estamos en uno de los puntos neurálgicos del turismo rural de todo nuestro país, gracias a su paisaje, la multitud de opciones deportivas y culturales que se ofrecen para un clima frío en invierno y caluroso en verano. Lo mejor de todas las estaciones en un lugar recogido que, además, ha encontrado en la huerta una forma de vida.

Pese a tratarse de una región pequeña en kilómetros cuadrados, su orografía es tremendamente variada. Para que los viñedos fructifiquen hace falta agua (El agua que nos lleva por el mundo rural) y agua desde luego no falta: el Ebro forma parte de nada menos que siete ríos que nacen en la región y definen su naturaleza y orografía, creando un entorno rural único repleto de paisajes lunares altamente estimulantes y sí, zonas de aguas termales que alivian la mente y el cuerpo. Atención aquí a pozas como la de Arnedillo en el río Cidacos.

Tenemos también los espectaculares cañones de la comarca de Cameros, la Sierra de la Demanda, todos ellos repletos de pueblos que llaman al descanso pero bosques que animan a la aventura. Un romanticismo real recorre las calles de La Rioja, con obras arquitectónicas medievales que parecen emanar de esta tierra milenaria. Sus monasterios conviven entre huertas, frutales y sobre todo viñedos.

Y esa tierra es también el hogar de una fauna generosa. Hay multitud de especies autóctonas altamente valiosas y un río, el Ebro, que define la región en dos grandes zonas: el valle al norte y la sierra al sur, todas ellas con especies de flora autóctona igualmente características, tanto por mar como por tierra o aire. La liebre ibérica, la víbora hocicuda, el tritón palomeado, la perdiz pardilla, el cañonero ilustre...

Sus espacios naturales protegidos son un tesoro nacional, ya sea el Parque Natural de Sierra de Cebollera, las Lagunas de Urbión, la Laguna de Hervías o la reserva de los valles del Leza y Jubera, entre otros. En conjunto, nada menos que un 40% de la comunidad está considerada espacio natural protegido. Esa es la tierra perfecta para recorrer de cualquier modo y en cualquier sentido.

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Santurde de Rioja


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