La imagen que reina en época estival en la mayoría de los pueblos del valle del Leza la forman mayores paseando por las calles, familias que salen de excursión a conocer de cerca la zona, niños jugando en la plaza...
Un puzle de pequeños rincones apartados del mundo donde reina la calma. Son escenas cotidianas del Nuevo Turismo Rural, marcadas por la fuerza del río Leza, que va hilando a su paso pueblos, aldeas y paisajes que escasean cada vez más dentro y fuera de nuestras fronteras. La gente te recibe con una sonrisa y el entorno hace el resto.
La carretera parece que busca al río en esta tierra de pinares y pastizales de montaña. Estamos en un escenario diferente para encontrarse con su itinerario fluvial, que se abre en el puerto de Sancho Leza, muy cerca de donde nace el río, entre las faldas norteñas de los montes Cerro Castillo y Monterreal.
Laguna de Cameros, ya en la comarca del Camero Viejo, es el primer pueblo de nuestro trayecto. Las viviendas típicas cameranas, levantadas en piedra sobre calles también empedradas y rodeadas de campos salpicados de vacas pastando, forman la estampa principal de este pueblo.
En un tranquilo paseo por el pueblo se conocerá la interesante iglesia parroquial de la Asunción, del siglo XVI y remodelada en el siglo XVIII, que cuenta con una antigua pila bautismal del siglo XII.
Silvia García Calleja, es la propietaria de la Casa de Turismo Rural el Nogal, y se ha convertido en un buen ejemplo de la promoción y cambio del Turismo en la zona. Ella conoce muy bien los valores de su pueblo, Laguna de Cameros.
El río es parte de la vida cotidiana del pueblo. Descubrí Laguna hace 18 años. Fue una sorpresa, encontrar un pueblo con las calles empedradas, grandes casas construidas en piedra con grandes muros y rodeados de unos bosques de hayas y robles donde perderse...Silvia
Ese es el vínculo que une la comarca con su río. El río Leza es parte de la esencia del Turismo Rural en La Rioja.
Sobre el río tengo sentimientos encontrados. Durante la época de invierno es una gozada verlo bajar con agua. Es una sensación de vida. Pero a partir de la primera, dependiendo de las lluvias, el río se empieza a secar. Cuando no baja el agua, durante el verano, la sensación cambia. Es más de tristeza, pero el agua está ahí aunque parte del caudal vaya subterráneo...Silvia
Esa mezcla de sensaciones hace más emocionante la ruta. La emoción de haber viajado en el tiempo al recorrer pueblos como este es frecuente en la mayoría de los viajeros.
Hoy habitan Laguna de Cameros poco más de un centenar de habitantes y, tras San Román de Cameros, es una de las localidades más pobladas de la comarca. Pero en su día, todos estos terrenos contaron con muchos más vecinos, y es que el hombre habitó el valle del Leza desde la antigüedad, como muestran los dólmenes existentes en Soto, Torre y San Román de Cameros.
Si seguimos el curso del río Leza en este valle, cruzaremos pueblos con apenas una veintena de habitantes, como Cabezón y Jalón de Cameros, antes de llegar a San Román de Cameros, uno de los pueblos imprescindibles del Camero Viejo del que no podemos marcharnos sin visitar antes la extraordinaria parroquia de la Asunción, del siglo XVII, que guarda además en su interior una colección de tallas que provienen de los pueblos abandonados de la zona, que pertenecen a San Román.
Hablar con Óscar Antonio Santolaya, ingeniero agrícola, ayuda a entender mejor la vida en la zona. La de antes y la ahora. Su trabajo para integrar en la zona a las personas, la tierra y los recursos dice mucho de futuro de esta tierra. La permacultura es una realidad en expansión.
Otro mundo es posible. Un mundo que, en muchos casos, ya está siendo, en el que la relación con la agricultura, con la Naturaleza, con la Tierra, con las personas, se hace desde el corazón, desde la unicidad, desde el sentir profundo de que todo es un sistema, de que todo forma parte de todo.Óscar
Fue de la mano de Amaya Menchaca que descubrí la permacultura y la relación estrecha entre uno mismo y lo más pequeño, el detalle. Descubrir que, el movimiento que realmente produce el cambio es el paso lento, la observación, el respeto por los procesos naturales...
En la zona, los amigos de Ascarioja saben que hay reclamos para todos.
Otras visitas interesantes son las del archivo del Solar de Valdeosera, que se encuentra en el pueblo, y a unos 500 metros de éste, el molino del Corregidor, que alberga un ecomuseo en el que se explica el funcionamiento de un molino que aprovecha la corriente de agua para producir energía.
Siguiendo el camino del río veremos que continúan las terrazas construidas para poder cultivar en las escarpadas laderas a lo largo de los siglos, todo un desafío necesario para la supervivencia de quienes se instalaron en estas tierras. Y en pocos kilómetros, Terroba, con sus casas de piedra y adobe levantadas sobre inclinadas cuestas y la iglesia parroquial de Santa Eulalia, con una Virgen gótica del siglo XIV.
Para conocer la gastronomía de la zona, hay una buena opción de cocina riojana en este pueblo, el asador Presa de Terroba, donde se pueden degustar buenos caparrones y bacalao a la riojana, entre otros platos tradicionales. Todos los días, con frío o con calor, el local abre su puertas. Viajeros, currantes y algún curioso ponen a prueba la capacidad de dar de comer a todo el que se acerca a estas tierras.
En verano, cuando el cauce del río se vuelve más estrecho. Las vacas sestean en sus orillas y demuestran quienes son los dueños de este hábitat tan diferente. Eso es parte del Turismo Rural y la apuesta de Ascarioja (Asociación de Casas Rurales de la Rioja) desde hace más de 25 años.
Desde allí, se puede subir a Treguajantes, una aldea casi deshabitada que, como sus vecinas, se dedicó siempre al pastoreo trashumante hasta que empezó a desaparecer la actividad y el pueblo fue viendo sus calles cada vez más vacías. Hoy se mantiene aún en pie la iglesia de San Martín, que empezó a levantarse a finales del siglo XVII, y también dos ermitas, aunque más castigadas por el paso del tiempo.
Un poco más al norte se encuentra Soto en Cameros, donde el paisaje cambia; el valle se encajona formando las llamadas gargantas del Leza. Entrando en el pueblo, famoso por sus mazapanes y también por sus trufas, nos toparemos con la iglesia parroquial de San Esteban, del siglo XVIII, desde la que se disfruta de una estupenda panorámica.
Un paseo por sus calles, algunas de ellas empedradas, nos llevará al puente de piedra, del siglo XII, al Palacio del Marqués de Vallejo, una casa solariega del siglo XVII, al antiguo Hospital de San José, hoy albergue en el que se sirven comidas, y a la ermita de la Virgen del Cortijo, del siglo XII.
Pero además de todo lo anterior, uno de los mayores reclamos de Soto en Cameros es el Mirador del Cañón del Leza, tan solo un poco más al norte, una panorámica extraordinaria del camino abierto por el río entre las montañas. La ruta es perfecta para los amantes de las caminatas. El mirador, pegado a la carretera, es uno de los mejores lugares de España para ver buitres y numerosas rapaces que vigilan todo el entorno.
Al otro lado del río se encuentra Trevijano, otro de los antiguos pueblos trashumantes de la zona que ha revivido tras casi quedar deshabitado en los años 70 gracias a nuevos residentes y al turismo rural. Una de las virtudes de este pueblo es que es un excepcional mirador natural de todo el valle del Leza, alcanzando a ver la desembocadura.
Cruzando de nuevo hacia la otra margen del río alcanzaremos Leza de Río Leza, un enclave imprescindible tanto por su ubicación, con extraordinarias panorámicas, como por su patrimonio arquitectónico. De este último merece la pena conocer la ermita románica de la Virgen del Plano, del siglo XIII, a unos dos kilómetros del pueblo. O las ermitas de San Martín, San Roque y El Cristo.
Y también el puente sobre el río Leza, cuyo origen se sitúa en el siglo XVI, la iglesia parroquial de Santa María la Blanca, construida en diferentes etapas entre los siglos XV y XVIII, y las casonas hidalgas que salpican el pueblo. Con misa o sin ella, la visita al bar de enfrente es obligada, sobre todo si hay tortilla de patata o pimientos rellenos, que por algo estamos en La Rioja.
Acompañando al Leza en su camino por el valle, un poco más al norte encontraremos Ribafrecha. Y al oeste, Clavijo, otro de los protagonistas de la zona. Lo es por su castillo, en lo alto de los montes de Cameros, donde tuvo lugar según la leyenda la famosa batalla en la que apareció el Apóstol Santiago montado sobre un caballo blanco. Un rincón que parece sacado de las páginas de un cuento, desafiando desde las alturas a todo enemigo que se preciara.
Fue levantado por los árabes antes del siglo X y después pasó a manos de los cristianos, quienes ya divisaban desde esas alturas el desfiladero del río Leza. Aunque hoy se encuentra semiderruido, sigue siendo un mirador excepcional. La iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, del siglo XVI, y la Real Basílica de Santiago son otros puntos interesantes.
Así es el río Leza. Un río con personalidad y carácter. En su cauce se marcan las estaciones. Frío en invierno y calor en verano. Los árboles en otoño se vuelven rojizos y en primavera brotan para alegría de los que deciden pasear bajo su sombra.
En el Leza la vida es intensa, como la arquitectura de esos pueblos donde se apuesta por el Nuevo Turismo Rural.
La excursión por el río Cañón del Río Leza es obligada. Hay que cruzar el río muchas veces, e incluso en el tramo final andar por el cauce, con una gran cantidad de piedra. Los intentos de una buena señalización son numerosos pero la naturaleza los destroza con facilidad. Con el deshielo no es una ruta fácil. El recorrido circular son menos de 9 kilómetros con salida de Soto de Cameros.
Si tenemos piernas fuertes podemos subir hasta Trevijano y regresar a Soto de Cameros. Ruta muy recomendable con paisajes preciosos, caminos de herradura y barrancos espectaculares.
La salida está en Soto en Cameros por un marcado sendero, camino de herradura que nos lleva por el Barranco de Trevijano a una cascada que suele tener agua en primavera.
Luego tenemos Peña Aldera, cruzamos la Portilla y continuamos caminando hasta coronar el Cerro Somero, una cumbre que queda unida a Serrezuela y Peña Saida, con algunas de las mejores vistas de toda La Rioja.
El descenso hasta la aldea de Luezas, población que se ha recuperado en los últimos años. Desde ese lugar podemos ir bajando otra vez hasta Soto de Cameros.
Cuentan los cuentos que hubo una batalla en un castillo, la batalla de Clavijo, que ganaron los cristianos debido a la intervención del Apóstol Santiago, que se apareció en ella montando un caballo blanco y apoyando a las huestes cristianas.
La leyenda dice que todo comenzó debido a la indignación de Ramiro I, que quería acabar con el vergonzoso tributo de las Cien Doncellas que debían ser entregadas anualmente al emir de Córdoba como pago por evitar la guerra contra los musulmanes.
Ante tal desplante, el ejército enemigo no tardó en actuar, y a pesar de superar en mucho a las tropas cristianas, la intervención de Santiago provocó la victoria de los cristianos.
Como agradecimiento, Ramiro I concedió en 834 el Voto de Santiago, por el que se obligaba a todos los campesinos del norte de la península ibérica a pagar un diezmo en forma de cereal a la catedral de Santiago de Compostela.