Así es el turismo en esta zona. Veranos eternos con tardes eternas en el río Tirón, con niños que saltan y juegan en el agua entre gritos y risas, semanas de vendimia con ese dulzor en el aire con aroma a tempranillo y con la pasión de algún beso furtivo. Nuestro río es nuestra vida.
La geología y el destino quisieron que el río Tirón naciera en Burgos, pero siempre queriendo huir hacia La Rioja. Concretamente, su primer hilo de agua sale de la Fresneda de la Sierra Tirón, en la famosa sierra de la Demanda.
Sin embargo, tras unos 30 kilómetros, el Tirón entra en la Rioja con energías renovadas, donde sus aguas transcurren tranquilas hasta que desemboca en el Ebro justo después de recibir las aguas de su hermano, el Oja. Así, va abriéndose paso en un valle de llanuras verdes sobre las que aparecen una buena lista de pueblos y aldeas con encanto.
El primer pueblo que visita el Tirón en esta parte riojana es Tormantos, cuyos campos están repletos de cereal, trigo y cebada. Para orgullo de la gente local, hay un producto que está por encima de todos los demás, el pimiento. Javier Lafuente, ha hecho de las conservas un referente de la zona. Desde hace unas décadas, el pimiento se ha convertido en un referente en la agricultura local.
Antes teníamos que salir a venderlos, y ahora viene aquí a comprarlo. Gran base de la agricultura en estos pueblos se debe al agua del río Tirón. Tiene algo que lo hace muy especial, por eso es la base de la huerta. Son muy sabrosos, carnosos y perfectos para asar o para la conserva. Esa agua es el sello de calidad de la agricultura en toda la rivera del río...Javier
Un entorno tranquilo en el que disfrutar de naturaleza y también del patrimonio arquitectónico que ofrece este pueblo, como la iglesia parroquial de San Esteban, levantada hace cinco siglos y construida sobre la anterior iglesia románica, que mantiene a "la napolitana", como llaman los lugareños a la imagen de la Virgen de Nápoles. O el palacio de Ruy López-Dávalos, condestable de Castilla, que acabó en estas tierras tras ser desterrado de Burgos por Don Álvaro de Luna.
Siguiendo el camino del valle del Tirón, un poco más adelante encontramos Leiva, el pueblo riojano famoso por su gran afición a la pala, de la que celebra anualmente su campeonato.
Pasear por sus calles es disfrutar del puente romano, de un palacio gótico del siglo XIV, de la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Purificación, con una pila bautismal románica del siglo XI, y también de su castillo, diseñado a mediados del siglo XIV como una torre fuerte con la que Juan Martínez de Leiva quería evidenciar que esa villa era de su propiedad. Un siglo y medio más tarde, la torre desapareció y comenzó la construcción del castillo actual por iniciativa de Ladrón de Leiva, el mismo que hoy le da aires medievales.
Pueblos, como este son un libro de historia. Romanos, árabes y cristianos han dejado su huella. Cuando uno lee en un periódico local las crónicas de Jose Miguel Alonso Chávarri, se tiene la sensación de leer las emociones de la gente que vienen de esta zona. ¿Real o irreal?. Es lo mismo, por eso más de uno se identifica más con Santa Prisca de Háchiga, que con Leiva, aunque todos saben que el escenario es el mismo.
Si continuando el curso del Tirón en esta zona de llanuras, da la bienvenida al viajero un poco más tarde Herramélluri, en la margen derecha del río. Levantado junto a una antigua necrópolis, la ciudad romana de Libia, cada año el pueblo organiza unas jornadas culturales que incluyen teatro de calle y desfiles históricos para recordar el importante pasado de la desaparecida Ciudad de Libia. Pero también el presente de esta localidad en el curso medio del río Tirón resulta interesante.
Para conocerlo, basta adentrarse en ella sin prisa. Merece la pena disfrutar de la naturaleza por el paseo hecho en las riberas de los ríos Tirón y Reláchigo, en el que participaron algunos vecinos del pueblo, y llegar a la playa artificial con choperas al lado del río. O conocer su patrimonio arquitectónico, donde se incluye la Iglesia Parroquial de San Esteban, construida en el siglo XVI en piedra sillar y con dos extraordinarias pilas de alabastro de talla romana en su interior. O ver la llamada Casa Grande, en cuyo patio interior se conservan nada menos que siete columnas romanas.
Estamos ya cerca de Ochánduri, un regalo en medio del valle del Tirón que no podemos saltarnos en este viaje. En su día ocupó titulares en prensa por una interesante iniciativa: el pueblo es propietario de una gran huerta solar gestionada por la asociación "Fanega Solar", en la que participa la mayoría de los vecinos. Produce 600 kW con una instalación de placas solares que ha dado una nueva vida a la economía rural,convirtiendo este punto del mapa en un santuario de energía renovable.
Pero además, Ochánduri cuenta con un tesoro en forma de iglesia: la iglesia románica de la Concepción, de finales del siglo XII o comienzos del XIII, que conserva una espectacular portada a la que no se resiste ninguna cámara. Se levanta en lo alto del pueblo, lo que ofrece una estupenda panorámica de toda la zona.
Tras pasar un par de ermitas y también la presa de Río Tirón, a la que se puede llegar atravesando una extraordinaria senda que sale de Cuzcurrita de Río Tirón, concretamente desde su castillo, el valle continúa por este original pueblo, Cuzcurrita de Río Tirón, una importante villa allá por la Edad Media como indicaban sus murallas.
Las mejores vistas se obtienen seguramente sobre el puente de piedra que une las dos riberas del pueblo, y que da acceso a todos los tesoros de Cuzcurrita. Junto a él, un antiguo lavadero, el espectacular castillo que aún se mantiene en pie y una preciosa iglesia, la de San Miguel, del siglo XVIII, con tres naves con capillas. Las casas blasonadas del casco viejo también merecen un paseo tranquilo llegando a la plaza. Bodegas, historia y el buen hacer de un asador lo convierten en un pueblo muy especial. Un lugar perfecto para disfrutar de las casas rurales de Ascarioja y de la vida cotidiana de los pueblos.
Siguiendo las fértiles llanuras que baña el Tirón llegamos después a Tirgo, otro pueblo con obligado paseo si no queremos perdernos sus casonas con sillería y escudos nobiliarios de los siglos XVII y XVIII principalmente, o la gran iglesia parroquial de El Salvador, una verdadera joya románica del siglo XII. Ya llegando al tramo justo antes de la desembocadura del Tirón, este pasa por Cihuri, donde las casas de arquitectura tradicional, con blasones en sus fachadas, reciben al visitante.
Una de las más llamativas es la llamada del Priorato, con un escudo del monasterio de San Millán. Aunque seguramente la construcción más famosa de Cihuri, después de su bien conservado puente romano, es la Iglesia de San Juan, de estilo neoclásico, que cuenta con un retablo barroco del altar mayor.
Si tenemos suerte y está abierto, siempre hay una parada en el Trujal de Abuelo, en lo que se conocer como la zona de las bodegas. Guillermo es el alma de este local, donde el sarmiento es la fuente de combustión y el vino el compañero de mesa, mantel y parranda.
Me gustan las cosas sencillas, los guisos de siempre y todo acompañado por buen vino. La vida es como un río... que llega, pasa y se va. Por eso me gusta que la gente venga aquí a disfrutar, a conocer nuestros puestos y a comer los productos locales...Guillermo
Para acabar el viaje hay que llegar a Anguciana, último punto antes de que el Tirón desemboque en la Boca del Ebro, cerca del Cerro de la Mota en Haro. En las calles de Anguciana podremos disfrutar de su interesante casco antiguo, que retrocede al viajero a otros tiempos donde abundaban las fortalezas como la Torre de los Salcedos, junto al puente sobre el río Tirón. O la iglesia de San Martín, del siglo XVI. Un viaje al pasado medieval acompañados del Tirón, que baña todo el valle dándole vida.
Así es el turismo en esta zona. Veranos eternos, con tardes eternas en el río, con niños que saltan y juegan en el agua entre gritos y risas, semanas de vendimia con ese dulzor en el aire que se carga mejor con tempranillo y con la pasión de algún beso furtivo. Nuestro río es nuestra vida.
Tomando el camino que sale desde el castillo de Cuzcurrita de Río Tirón y baja al lavadero comunal que se construyó a mediados del siglo XIX aprovechando el curso del río, una senda permite dar un agradable paseo hasta la presa del río Tirón, a solo un kilómetro de distancia.
Pasa por la cascada que desagua parte de la canalización del río que atraviesa la finca del castillo, y allí comienza una exuberante vegetación en un paraje con mucho encanto al que resguardan del sol las choperas. Pasados unos minutos llegamos al final del sendero que acaba en la presa y sirve también como espacio de recreo. Un rincón refrescante perfecto para acabar el día.
El castillo levantado a mediados del siglo XIV en Cuzcurrita de Río Tirón es perfecto para disfrutar de la imagen real de una fortaleza de película. Su gran torre del homenaje, de planta prácticamente cuadrada y construida en sillería, tiene cuatro pisos además del sótano, y se accede a ella por un arco.
Cuentan que pertenecía a la familia de los Rojas, y fue pasando de mano en mano hasta llegar a sus actuales propietarios tras sufrir varias remodelaciones para acondicionarlo como vivienda en el siglo pasado. Hace ya dos décadas que volvió a cambiar de propietarios y estos remodelaron el interior para destinarlo al uso de la Bodega Castillo de Cuzcurrita, que cuenta con una sala de catas que se encuentra en la propia torre.
Ya en el siglo II d.C. los romanos podían cruzar las aguas del río Tirón a su paso por Cihuri tras construir un gran puente en la villa que luego fue reconstruido en torno al siglo XIII.
Hoy, es un rincón imprescindible del valle del Tirón, con un aire de cuento medieval gracias a sus arcos que terminan ligeramente en punta al que se suma otro de medio punto, siendo el central el más grande. Pasear por sus 30 metros de largo es una de las cosas a marcar en la lista.