Hay sitios que atrapan y estamos en uno de ellos. Adentrarse en el valle del río Oja y disfrutar del tesoro forestal que aguarda al viajero en su interior es como introducirse en el decorado de una película que transcurre entre bosques centenarios. La montaña los atrapa, el río nos calma.
Si nos gusta la naturaleza, es nuestro sitio. Si nos gusta el placer de leer junto a una chimenea en una casa rural, es nuestro sitio. Si nos gusta no hacer nada, también es nuestro sitio. Estamos en una especie de burbuja natural, donde el río y sus afluentes dan vida a modo de entender el ocio. La vida rural se marca por lo cotidiano de cada estación.
Es el ritmo del nuevo Turismo Rural. Calidad y servicios, en un ambiente de pueblo.
Hay que introducirse en las entrañas de las Herguijuelas, para ver el río Oja como un simple arroyo. Estrecho, limpio y marcando territorio, como señalando sus cualidades de río de sierra. Es un escenario majestuoso y salpicado por picos que sobrepasan los 2.000 metros.
Hasta que el Oja acaba fundiéndose con el río Tirón, se dibuja un trayecto marcado por la diversidad de sus montañas repletas de árboles, que forman parte de la Red Natura 2000, y en las que también se pueden descubrir originales abetos rojos o incluso el llamado abeto de Douglas. Es en ese entorno verde y majestuoso donde se levantan pequeños pueblos, marcados por la hospitalidad de los que abren sus casas y esconden esas pequeñas joyas arquitectónicas como símbolos de un estilo de vida.
Un poco más allá de su nacimiento como arroyo en la Sierra de la Demanda, en el Charco del Aguila, se encuentra el refugio Llano de la Casa, una parada habitual para los ciclistas que reponen fuerzas como se ha hecho siempre: botella de clarete, chorizo de casa y un buen trozo de queso de los Cameros. Es una de las primeras paradas obligadas al adentrarse en el valle del río Oja, cuyo nombre no deja lugar a dudas: como su denominación indica, es un emblemático de La Rioja.
Pocas personas conocen el río y su entorno como Juan Arguifjuela, ingeniero forestal de formación y responsable de Silvestres, una empresa de turismo activo con ideas para toda la comunidad autónoma.
El río Oja es la columna del valle. Sus recursos naturales, sus masas boscosas y todos los afluentes que tiene le convierten en un espacio único. Especialmente, el alto Oja es un lugar increíble para conocer este tipo de hábitat natural. Es un río de deshielo, con muchos cantos rodados y que depende mucho de su régimen de lluvias...Juan Arguifjuela
Cada pueblo es una parada. En el camino que traza pasa por Posadas, en la margen izquierda del Oja y a casi 1.000 metros de altitud, con un entorno perfecto para los senderistas. Antes, paraban aquí con frecuencia los pastores trashumantes, que tenían entre estas tierras sus particulares "posadas". Hoy la piedra reina en muros y fachadas entre sus pequeñas calles y en lo alto del pueblo se conserva la Iglesia Parroquial de San Juan, también de piedra.
A solo un par de kilómetros se levanta otro pequeño pueblo, Ayabarrena, una aldea serrana entre los montes Otero y Cenáticas, casi deshabitada donde solo se escucha el silencio en invierno y los niños que juegan a la pelota en verano. Así es la vida. Ni mejor, ni peor; simplemente diferente el ritmo rural de La Rioja.
Un poco más adelante, pero en la otra margen del río, Azárrulla recibe al visitante en un entorno rural conocido por los caminantes, ya que desde ella parte la llamada ruta de los Siete Puentes, una de las más visitadas de la región, que incluye un bosque de hayas y siete puentes de madera. Pero Azárruya no solo es conocida por la naturaleza que la rodea sino también por una antigua ferrería que estuvo en activo en el siglo XIX y luego se usó como central eléctrica.
Hoy, el medio de vida de sus vecinos son las colmenas, las huertas y el ganado que se puede ver junto a las casas de arquitectura tradicional bien conservadas. También se puede visitar la iglesia de Las Candelas, que se encuentra en el centro de la aldea. Y si volvemos a cruzar el río conoceremos San Antón, otra pequeña aldea con pocos vecinos donde respirar calma entre naturaleza.
En algunas de sus laderas aún pueden verse las entradas de las galerías de antiguas explotaciones de hierro, que en su época tuvieron mucha importancia para la economía de la zona. También mantiene su iglesia, dedicada a San Antonio, que empezó a construirse a mediados del siglo XVI.
Siguiendo río arriba camino de Ezcaray pasaremos después por Zaldierna, un pueblo que ha atraído a muchos viajeros por su encanto. Se levanta junto al barranco de Cilbarna y lo llaman la "capital" de las aldeas del valle por ser una de las más importantes de la zona de Ezcaray y contar con escuela, molino y horno para hacer pan. Atravesada por el río Zambullón, sus casas de mampostería y sillería, que forman un conjunto arquitectónico del siglo XVIII, salpican las calles junto al puente de piedra que da acceso a la iglesia de San Sebastián.
Un poco más al norte, pasando la aldea abandonada de Cilbarrena, encontramos Ezcaray, la segunda localidad más poblada del valle, con más de 2.000 habitantes que se multiplican en verano, y un casco viejo que conserva la arquitectura tradicional. La cocina de los Paniego ha puesto en el mapa a la gastronomía de la zona, porque aquí se valora lo bueno.
Falta ya muy poco para alcanzar otro de los municipios que merece una parada con tiempo: Ojacastro. El pueblo se extiende en tres barrios desde la carretera al monte, en el que se crían vacas y se cultivan legumbres, patatas y otros productos de huerta. Y en ellos reina la arquitectura rural junto a alguna casona. Porque el pasado de Ojacastro habla de un enclave importante, durante siglos el más poblado de la cabecera del río Oja hasta que toma protagonismo Ezcaray en el siglo XVIII con la industria textil, minera y ganadera.
Un imprescindible de Ojacastro es la inmensa parroquia de San Julián y Santa Basilisa, del siglo XVI. Además, al estar en el corazón del valle, es el pueblo perfecto para ubicar el campamento base desde el que organizar excursiones. Las calles de pueblo mantienen sus muros de piedra, como queriendo protegerse de sus días más fríos y recordando los días en las caballerizas entraban por la parte de atrás de las casas más ricas del pueblo. Algunas de ellas convertidas en la actualidad en Casas Rurales.
Algunas personas han logrado convertir el río en arte. Adriana Díaz, residente en Ojacastro, es una artesana que logra transformar la piedra en arte. El concepto de "Cantería Creativa" se acerca a los usos cotidianos de la piedra. Escultora y creadora de piezas únicas que tienen muchas veces las piedras como base de inspiración y de trabajo.
La piedra es la base de mi trabajo. El río es un escultor natural. Arrastra y golpea las piedras durante kilómetros para desgastarlas y esculpirlas con esas formas naturales tan especiales. Por eso me gusta trabajar con la piedra porque es un ser vivo, que se siente y se entiende en la medida que creamos formas y elementos cotidianos...Adriana Díaz
A medida que bajamos por el valle el río ensancha su cauce. Al menos en el casco viejo se mantiene se aire señorial de aportan los lugares con historia. Eso se entiende en Santurde de Rioja, un poco más al norte, que tiene en la iglesia de San Andrés, construida en sillería, sillarejo y mampostería, uno de sus emblemas, con un original reloj de arena en su fachada lateral.
Otro de ellos es la llamada torre castillo de los Condes de Baños, de la que las primeras noticias son de 1478, cuando Pedro Manrique fundó un mayorazgo con sus bienes, en los que incluía esa torre. Unos años después la puso en poder de Contesina de Luna, mujer de su padre, y aún más tarde la recuperó la familia Leiva, condes de Baños, a quienes perteneció hasta que en 1925. La condesa de Baños vendió la torre a la familia del actual dueño. El tercer estandarte de Santurde es la ermita de la Virgen de la Cuesta, en la falda del monte El Cueto, dominando el valle del Oja.
Ya llegando a la parte más baja del río Oja, el valle se adentra en Santo Domingo de la Calzada, la localidad más grande de la zona. Su fundador, Domingo García, construyó en estas tierras un puente sobre el río, un hospital y un albergue de peregrinos, lo que dio más vida a la localidad. Hoy cuenta además con una catedral levantada para cobijar los restos de Santo Domingo de la Calzada, además de dos conventos, varias ermitas y palacios como el del secretario de Carlos V. No hay que olvidar que estamos en el corazón de El Camino de Santiago.
Siguiendo el curso del río, pasaremos después por Villalobar, otro pueblo que en su día perteneció a Santo Domingo de la Calzada, con casas solariegas y la casona de los Bustamantes. Y después, Baños de Rioja, en la margen izquierda del Oja, con una interesante iglesia, la de La Magdalena, construida en piedra de sillería entre los siglos XIII y XIV, y la Torre medieval que conserva su entrada original y las ventanas saeteras originales en tres plantas.
Por suerte convertida en un alojamiento de referencia de Ascarioja, para los amantes de la historia y los castillos. Ángela Tena y Yosu Iglesias han sido los responsables de la recuperación de esta joya arquitectónica del arte medieval.
Después de seis años y muchas aventuras hemos logrado abrir al público nuestra casa para poder enseñar que la historia también es hospitalidad. Nos sentimos muy orgullosos de como los clientes valoran nuestro trabajo...Ángela Tena
Ya solo queda seguir camino a Castañares de Rioja, con una preciosa iglesia, la de la Natividad, del siglo XVII, y también el lugar por el que transcurre el canal del Najerilla.
Y terminamos el trayecto por el valle del Oja en Casalarreina. Allí merece la pena olvidarse del reloj y darse un paseo por la plaza de la Florida, conocer el monasterio de Santa María de la Piedad y la iglesia de San Martín, acercarse al palacio de Pobes y cruzar el puente sobre el río. Un poco más adelante, en Cihuri, el Oja une ya sus aguas a las del Tirón, cerrando este valle de cuento apartado del mundanal ruido.
Al final se demuestra que un río es vida y vínculo con la realidad cotidiana. El Oja tiene su ritmo y su estilo de vida atrapa a los que entienden la vida de otra manera. Los que visitan los pueblos unidos por el Oja saben que la buena vida no tiene estación. Poder esquiar en invierno y darse un baño en las aguas de un río después de una jornada de bicicleta de montaña en verano son los privilegios de La Rioja Rural.
Uno de los reclamos que hacen de este valle un territorio fácil de explorar es la Vía Verde del Oja, una senda ciclo-peatonal que discurre por el antiguo trazado del ferrocarril que unía Casalarreina con Ezcaray.
Nace a orillas del Ebro, en el trazado de un modesto ferrocarril de vía estrecha que atraviesa las tierras del norte de La Rioja. Abre todo un abanico de posibilidades para disfrutar de naturaleza, entorno rural y deporte en una combinación perfecta para la desconexión. Cuestas suaves y lugares muy agradables para disfrutar del patrimonio paisajístico.
Una de las sendas con más encanto de toda La Rioja parte de Azárruya en busca de los siete puentes de madera que atraviesan parajes extraordinarios. Por eso es conocida como la Ruta de los Siete Puentes, también llamada la del valle del río Usaya, en la que el hayedo se erige como protagonista absoluto en un paraje de película.
Hay algo mágico en esas palabras. La solana de Erma, el valle de Postoquia, el barranco de Gabázulla, la peña de Orucha, el monte San Lorenzo, las minas de Ortaura, el collado Orecia, el barranco de Obícolla y los arroyos de Colocobia, Monte Los lobos y Pico La Ronda, que se unen para formar el Usaya, son algunos de los rincones de los que se disfruta en esta senda.
Un extraordinario baile de nombres mágicos que hablan de lo especial de esta tierra.